Para la adorada Isabel, più dolce
Qué difícil es pasar de ser humano a ser ángel
De ser mujer a ser alado
Luego, vienen las consecuencias
Te ponen flores de esas blancas, cuando tú prefieres el púrpura, color de la realeza
Olvidas que tu pelo fue negro porque se queda como capucha de condenado, sobre la calavera
Frotas los pies por la helada y cae sobre la madera un hueso calcáneo, haciendo un ruido que da vergüenza
Los demás te miran porque no has asumido tu condición de pluma
Añoras la seda de la camisa blanca, la de los sábados de cena, la que al tacto te secreteaba lo hermoso de ser una dama
Detestas la doble piel formal, traje de chaqueta negro, pendientes de perlas, presentable para el cielo
Buscas los roces del jabón sobre la piel y sólo hay tacto de calcio ahuesado, poco firme pero atemporal, fuiste niña de hambre tremenda de una posguerra
Aborreces tanta letanía, escuchas en silencio a los grajos, malditas bestias rudas
Mi alma por un swing, algo dulce que me mueva las caderas, este coxis que araña el ataúd y escribe Yo estuve enamorada de un hombre que me hacía volar
Qué duro -decía- es ser
Qué duro es estar
Las formas de la vejez dorándote lentamente para acabar entre maderas y bajo cruces
Y, sin embargo, ahora, daría la tibia y el peroné, mojados por las humedades, a cambio de una arropía, enorme, color fresa, lamida lentamente
Mi alma por una espalda, pura carne, epidermis con su dosis de body milk, lejos de estos lugares demasiado santos
Qué duro -digo- es descansar en paz
Fotografía: Emile Friant. Ombres portées. Museo de Orsay. París.