(Oír con fondo de Carmina Burana-Fortuna Dominatrix Mundi)
Él mira hacia una especie de nebulosa, la de las dudas, colocada con mimo encima de mi cabeza.
Y me pregunto qué ve, qué escruta.
Si es el aura,
mis pecados a modo de mantilla,
los libros que leí y que abandonaron personajes y algún jirón de melancolía.
Me pregunto, una y otra vez, si es que transporto a Strindberg entre el cabello alisado con premura
o es que se me nota demasiado que robo cucharas en los restaurantes.
Cuando el calendario marca noviembre,
anhelo que las manos vivan en la gamuza de aquellos guantes que no heredé
(pero que recuerdo cada invierno).
Quizá sea eso lo que contempla altivamente, allá, en la lejanía.
Tal vez lleve, como un turbante,
cada molécula de nicotina que fumé
( y Medea se haya transformado en alquitrán).
Tal vez se fije socarronamente en que mis seguridades de mujer independiente
se pisotean con la necesidad de hacerme coletas para volver a la plaza de Tiberíades, donde mi padre y yo oíamos a Schubert en los conciertos de verano.
Quizá la lámpara verde que nos ilumina descubra alguna corona de espinas que me adorna;
el nombre de determinados ángeles pobladores del CO2;
las algas de todos los mares que he visitado
(y que son el pesimismo del océano sin psicoanalizar).
Puede que su mirada, con esas pestañas juntándose cada vez más,
actúe como sibila y me despierte al destino,
que tengo bien guardado bajo los mármoles azules y rojos de Cabra, allá donde la maxura.
Puede que esos iris sin color adivinen el rostro de los compañeras de colegio, que se borran de las fotos,
el nombre de amantes retorcidos, que me camelaron en tabernas portuarias,
la canción de Navajita Plateá con la que finalizábamos las noches aquellas de vino y rosas
el recuerdo de aquel pueblo gallego donde las mujeres asustaban a los pescadores ahogados vistiéndose de color rojo vino.
¿Qué me miras?
¿Por qué no distraes tu mirada hacia la futilidad, que es tu reino,
el papel de 180 gramos,
la Mont Blanc edición homenaje a Karajan
la Chaise longe donde nos tumbamos tus esclavas,
la tinta negra para resumir nuestras vidas:
(Enero-Infierno- Septiembre)?
¿Soy otro conejillo de Indias de privado disfrute personal?
Con condescendencia, después de ahondar en mi metro cuadrado,
me tocas el hombro y apareas tu mano docta con mi camisa de Zara, que luego me recrimina
Pero, ¿con qué tipos me juntas últimamente?
Confiado, te mueves en el sillón, ése de mil tachuelas y sigues mirando arriba…
Al quinto jinete del Apocalipsis, (20.000 muertos-niños) que preguntan ¿Por qué nací aquí?
A la liberación de un pesquero que navega desde el periódico
A la rosca de nata que devoré en la mañana
A cada gramo de anjova que sueño comer en el Bósforo.
Me asquea tu mirada profundamente,
Dolorosamente.
Entrópicamente.
Quiero mangarte esos ojillos de topo estúpido y mendicante
y sustituirlos por otros de cristal,
pisoteando tus cuencas con las Mustang de este otoño.
(Qué perfecto estreno).
Querido miope:
He comprado un borrador de pizarra esta mañana, a la amanecida.
Y lo he pasado con fruición por el cielo que me cubre.
Un cielo hirientemente blanco,
con los pensamientos acurrucados en las meninges.
Manejando yuntas de bueyes he dejado en barbecho mi vacío,
para que se llene de otras miradas apasionadas, limpias.
La tuya, a partir de ahora,
va a contemplar el infinito:
lo más amargo, la nada, el tótem del vacío. El cero negativo, la ausencia de persona.
Vas a meter tus malditas rajas deformes en lo más terrorífico del ser humano:
la tumba del pensamiento.
Cuando la sorpresa de la niebla más oscura te amargue la velada, amigo mío,
me tendrás que mirar a los ojos.
Y entonces, querido sátrapa,te recomiendo que busques conjuros y santeros
velas de la suerte, oraciones y Te Deums
Porque mi mirada va a ser tan dura,
tan cruel,
tan salvaje
tan de puro asco,
que te va a temblar
hasta el alma que no tienes. (Continuará…)
Tal vez lleve, como un turbante,
cada molécula de nicotina que fumé
( y Medea se haya transformado en alquitrán).
Tal vez se fije socarronamente en que mis seguridades de mujer independiente
se pisotean con la necesidad de hacerme coletas para volver a la plaza de Tiberíades, donde mi padre y yo oíamos a Schubert en los conciertos de verano.
Quizá la lámpara verde que nos ilumina descubra alguna corona de espinas que me adorna;
el nombre de determinados ángeles pobladores del CO2;
las algas de todos los mares que he visitado
( y que son el pesimismo del océano sin psicoanalizar).
Puede que su mirada, con esas pestañas juntándose cada vez más,
actúe como sibila y me despierte al destino,
que tengo bien guardado bajo los mármoles azules y rojos de Cabra, allá donde la maxura.
Puede que esos iris sin color adivinen el rostro de los compañeras de colegio, que se borran de las fotos,
el nombre de amantes retorcidos, que me camelaron en tabernas portuarias,
la canción de Navajita Plateá con la que finalizábamos las noches aquellas de vino y rosas
el recuerdo de aquel pueblo gallego donde las mujeres asustaban a los pescadores ahogados vistiéndose de color rojo vino.
¿Qué me miras?
¿Por qué no distraes tu mirada hacia la futilidad, que es tu reino,
el papel de 180 gramos,
la Mont Blanc edición homenaje a Karajan
la Chaise longe donde nos tumbamos tus esclavas,
la tinta negra para resumir nuestras vidas:
(Enero-Infierno- Septiembre)?
¿Soy otro conejillo de Indias de privado disfrute personal?
Con condescendencia, después de ahondar en mi metro cuadrado,
me tocas el hombro y apareas tu mano docta con mi camisa de Zara, que luego me recrimina
Pero, ¿con qué tipos me juntas últimamente?
Confiado, te mueves en el sillón, ése de mil tachuelas y sigues mirando arriba…
Al quinto jinete del Apocalipsis, (20.000 muertos-niños) que preguntan ¿Por qué nací aquí?
A la liberación de un pesquero que navega desde el periódico
A la rosca de nata que devoré en la mañana
A cada gramo de anjova que sueño comer en el Bósforo.
Me asquea tu mirada profundamente,
Dolorosamente.
Entrópicamente.
Quiero mangarte esos ojillos de topo estúpido y mendicante
y sustituirlos por otros de cristal,
pisoteando tus cuencas con las Mustang de este otoño.
(Qué perfecto estreno).
Querido miope:
He comprado un borrador de pizarra esta mañana, a la amanecida.
Y lo he pasado con fruición por el cielo que me cubre.
Un cielo hirientemente blanco,
con los pensamientos acurrucados en las meninges.
Manejando yuntas de bueyes he dejado en barbecho mi vacío,
para que se llene de otras miradas apasionadas, limpias.
La tuya, a partir de ahora,
va a contemplar el infinito:
lo más amargo, la nada, el tótem del vacío. El cero negativo, la ausencia de persona.
Vas a meter tus malditas rajas deformes en lo más terrorífico del ser humano:
la tumba del pensamiento.
Cuando la sorpresa de la niebla más oscura te amargue la velada, amigo mío,
me tendrás que mirar a los ojos.
Y entonces, querido sátrapa,te recomiendo que busques conjuros y santeros
velas de la suerte, oraciones y Te Deums
Porque mi mirada va a ser tan dura,
tan cruel,
tan salvaje
tan de puro asco,
que te va a temblar
hasta el alma que no tienes. (Continuará…)
Fotografía: Francisco de Goya. Grabados de Los Desastres de la guerra. Grande hazaña! Con muertos! (1810-1815)