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La Dama de Verde

~ La que taconea en rojo

La Dama de Verde

Archivos mensuales: abril 2007

SEMBLANZAS I EN VERDE (Al paso, en la ciudad)

26 Jueves Abr 2007

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He contemplado tantos ojos y, sin embargo, los tuyos…

A finales de enero, me encogí en la hornacina de algún cajero automático, Niño Jesús que expide billetes para las clases medias deterioradas, haberlas hailas.

Venía el frío del Guadarrama, nada poético ni digno de mención. Ni siquiera (pensé) podría comenzar un relato diciendo: “Hoy ha sido el día ,ás frío del invierno”. mentiría. Me gusta mentir. Pero aquella tarde preferiría rseñar una hazaña digna de cuento. La metereología obviaba mis intenciones y los transeúntes eran todos peoncitos de ajedrez, ninguna reina en el horizonte. Nada rescatable.

Luego, a la luz de las velas, no tendría nada que escribir. Las epifanías escasean en las tardes de laxitud y café en los sillones del Starbucks.

Le arranqué a la máquina el último billete y me giré.

Sin pretenderlo, ella estaba allí, traspasándome, sutil, delicada, tremenda. Como si la esquina afilada se hubiera redondeado gracias a las curvas de sus caderas. La rodeaban muchas cosas, danzaban en sus manos como velos, giraban mil bolsas con mil anagramas en torno a sus piernas. Algún angelito de la pasada navidad; logotipos de Zara; un carrito Prenatal; embalajes de tomatitos cherry; tres ABC y dos suplementos del motor de El País; Natusán para la heridas del pañal; una botella de Gressy desprecintada; tres bolsitas de fresones de gominopla; deuvedés piratas de Candilejas y unas zapatillas Converse rojas formaban los bajos de su traje de gitana. Todo un espectáculo de variedades y, sin embargo, yo sólo podía mirarla a los ojos. Ojos verde limón subrayados de khöl verde, que en ella era verde lima, casi amarillo. Dos trazos que subrayaban la mayor de las curiosidades, dos tizones ardientes que me escrutaban, atrayéndome.

Irremediablemente, mis pasos caminaron hacia aquellos ojos. De una forma torpe, como solemos hacerlo las de ojos de almendra, me incliné hacia su rostro, resbalando en aquel difícil equilibrio, tratabillando la intención.

Entonces, verdeó como ella sola sabe hacerlo. “No quiero hacerte daño”, anunció. Y sus caracolas; los guantes de seda rotos; las bailarinas de porcelana y los quinqués vírgenes desaparecieron. En un instante. Yo me sentí la mujer más torpe. Desde entonces, sé que los iris color chocolate hablan con palabras, tan humanos ellos, y los ojos verdes narran en el silencio de su luz.

Esta mañana crucé el mismo paso de cebra de cada día. Miré hacia arriba y me los encontré. Una mirada hermosísima, derretida de pura miel, azul casi, un puntito descreída. El fondo de la piel, negro. La vieja mujer caribeña susurró algo a mi paso y luego continuó su camino. Una mensajera, tal vez, una sibila que me anunciaba que no perdiera la esperanza de volver a encontrar aquellos ojos míos…
Fotografía: Chica con gato (Lucien Freud)
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MATERNIDAD

26 Jueves Abr 2007

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MATERNIDAD

Ellas viven debajo de sus caparazones. Feminidad asustada.

A los nueve meses, gritan sus angustias, queman sus velas y convierten a semen en palabra non grata, siendo antes tan cara, tan ciudadana de los pliegues vaginales.

Al decimotercer quejido, expulsan sus rencores, los atisbos de muerte y las leyendas urbanas que oyeron en el Café Comercial sobre los dolores del parto.
Dentro de ellas, el hijo se vuelve Caín y horada las entrañas con la paciencia del que sabe que en sus manos anda el Tiempo. Aullido final y la metamorfosis los convierte en Moisés, abriendo pelvis en dos, rasgando senos, entresijos privados antes trasegados, tan sólo, por el algodón de las braguitas. Como José, venden sus primogenituras al primero que se tercia, alguien en blanco translúcido que pega bofetadas al traidor bienvenido, el Judas que vende a su madre y la despieza en dos con tal de ver la vida.

El primer alarido.
Y aúlla de miedo la bebé rica. Le espera toda una vida para demostrar que puede llegar a Harvard como papá, usar bótox como mamá y perlitas Majórica como la abuela Lisette (la que proporciona el apellido extranjero que da empaque a la recién nacida)

Al otro lado, aúlla de miedo la bebé pobre. Por el calor, porque le asustan las moscas y los orines, el olor a naranja sanguina y los pechos derrumbados de la madre. Otra niña para el limbo (en realidad, un espacio muy dulce, decorado por Mother Care, donde los argumentos y las conversaciones tienen olor a Nenuco. Segunda acepción: lugar idílico donde no existen las papillas sino los potitos Nestlé sin grumos, las cunas adosadas, con colchitas de perlé y las nannies inglesas con caras de Judi Dench). (Cualquier lugar, mejor que la Tierra palúdica e incierta).

La madre, antes sólo mujer, repasa su venganza y extrae con la lengua bífida los poderes entregados al recién nacido: la telera, la hogaza o el brioche (eufemismos de seguridad infantil). Los panes axilares son robados al cainita con cuidado extremo.
Mientras las médulas siguen sangrando y expulsando el hábitat del hijo, los pechos manan leche y ellas revuelven el maná recién robado y el requesón recién hecho. Todo en uno. Maná del rorro, maná de la fontanela por la que sólo circulan las músicas del BabyMozart y el Mambrú se fue a la guerra.

Niño en el cuco, niño en el nido, rosa débil para el sexo fuerte; azul mar para el sexo atávico. Ellas presienten que también parirán y adquieren la postura fetal que luego repetirán en los días grises premenstruales. Ellos se desperezan, exponen el cuerpo, como años después en alguna cama de sus amantes: tú arriba, yo debajo.

Las estúpidas visitas traen rosas y bombones, dimes y diretes, tridentes para desguazar la cara del neófito. Mientras, la madre desea rellenarse el vientre con flores y agua de jarrón, un poquito de abono para que no se seque.

A alguien se le olvidó bendecir los pechos de mujer recién parida, los más hermosos, los más fértiles, los más crueles. De ellos nace la Vía Láctea, sin el glamour trasnochado de Alcmena ni los doce trabajos del pluriempleado Hércules. La madre es más hembra cuando toca esos senos y se complace en su abundancia, egoísta, represora. Los jugos para ella, para su piel, para templar el hueco que dejó el hijo, para inundar de tibieza el útero quejoso y roto. Miel y cuajada sobre los labios heridos, la cuenca vacía del perineo gritando ayes, recosida. Dedos largos, limpios, para complacer a esas carnes maltrechas, hilo para lavarlas, algodón en rama, hojas de malvavisco sobre el vello cansado, esparcido como gavillas en era. Gotitas de yogurt materno sobre los muslos abiertos, dispónganse con dulzura, pavimento tibio sobre la epidermis seca. Alivio para la alma mater.

Y, sin embargo, blanco y rosado, llega el peligro. Encuentro de madre, encuentro de hijo, ambos buscan carreteras. La madre, para huir por el camino, de piedras aunque sea, y desear ser la Yerma y travestirse de hombre y acariciar sólo pechos. El hijo, perdido, quiere volver al hogar donde flotaba, senderito adentro, mamá templada. Son opuestos los deseos y el padre, infecto, los repara.
El niño viola los senos redundantes, turgentes, tan apetitosos por ser apetecibles y encuentra su sitio, por fin, en la vida. La leche mana hacia su boca y él, complacido, urge, socava, extrae.
Mientras, la madre contempla. Hace horas que voló el pan debajo del brazo y ahora el maná es sólo una grosería en la boca de las vecinas curiosas.

Mientras tanto, sigue fluyendo la sangre (que no olvida). Siguen partiendo las fibras los dolores mercenarios. La cabecita eclipsó la luna de los pechos mientras ella llora, llora y llora perdiendo a cada paso su identidad.

(Y, sin embargo…lo quiere)

Fotografía: Allongée 2 (Egon Schiele)

Carmen Garrido

POLAROIDS

Selectas compañías
Selectas compañías
¿Hubo idea antes del nacimiento?
¿Hubo idea antes del nacimiento?
Todo lo mío lo llevo conmigo
Todo lo mío lo llevo conmigo
El mar donde (bien) ahogarse
El mar donde (bien) ahogarse
Sin puertas
Sin puertas
La ventana de cada día
La ventana de cada día
Camilleri, cannolo. Piacere
Camilleri, cannolo. Piacere
Durante un paseo, la belleza
Durante un paseo, la belleza
Los otros tiempos
Los otros tiempos
Tetuán
Tetuán
La vieja cuentista
La vieja cuentista
El silencio
El silencio
Cuando él pintaba mis sueños
Cuando él pintaba mis sueños
Te espero
Te espero
El lugar secreto
El lugar secreto
Los protectores
Los protectores
Por un instante, pareció Marrakech
Por un instante, pareció Marrakech
El compañero
El compañero
Siempre, el mismo vicio
Siempre, el mismo vicio
El maestro
El maestro
La primavera árabe
La primavera árabe
Abuelos
Abuelos
De los viejos tiempos
De los viejos tiempos
La arboleda
La arboleda
Cuando los animales hablan
Cuando los animales hablan
Las buenas compañías
Las buenas compañías
Paseos por los tejados de Córdoba
Paseos por los tejados de Córdoba

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Cuando la Poesía y la soledad de las mujeres es una misma cosa. El comienzo de #Roma, de #AlfonsoCuarón es, quizá, uno de los más bellos de la historia del cine. Todo lo domina la suavidad de #Cleo. Pero están también Sofía y Teresa, cada una con su herida abierta, apuntalando las librerías vacías. Nada más duro que el sacrificio constante por los hijos ajenos, no por los pesos sino por la lejanía, a pasos mayores, de una misma. Cada vez que Cleo lava el patio, borra trozos de su servidumbre, restos de lo que no vendrá y sueños que, sabe, jamás serán cumplidos. Cada vez que un avión atraviesa ese rectángulo... El mundo se aleja un poco más de ella. . . . 🇲🇽🇲🇽🇲🇽🇲🇽 #Roma #AlfonsoCuarón #yalitzaaparicio #cleo #careof #film #netflix #oscars #mexico #women #womenpower #mujeres #feminism #oldtimes

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